"Cuando doy comida a los pobres me llaman santo, cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista". Dom Helder Cámara. Obispo brasileño.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Nacionalismo y educación (parte I): Españolizar y catalanizar.

Masiva manifestación en el día de la Diada en el año 2012.


El ministro de educación Wert es un dechado de virtudes, y entre las que atesora está su enorme franqueza, su don para hablar sin tapujos. Como diría una anciana de mi tierra, el señor tiene una "boquita rayo". Eso permite que desgrane en su discurso un sin fin de "barbaridades", y que lo haga además sin control y sin los límites que impone lo politicamente correcto. Primero señala la obligación que tiene el sistema de enseñanza de "españolizar" a los niños, especialmente en lugares como Cataluña donde se sufre un déficit de españolidad. Después utiliza el tema de la educación en Cataluña como cortina de humo para encubrir las "salvajadas" de la nueva ley de educación: apoyo sin fisuras a la educación concertada, consolidación de la religión en la escuela pública, destrucción de la educación en valores y reducción a la mínima expresión de asignaturas como plástica, tecnología o música, permisividad total con la educación dividida en sexos propia de los centros concertados más integristas, etc. Además de todo esto, y digo además, la nueva ley se lanza ¡por fin! a solucionar "el drama de la educación en Cataluña", un drama que tiene embargado el futuro nada más y nada menos que de unas cuantas familias, no más de una docena, y que es postulado como un problema de dimensiones bibilicas que amenaza con destruir la salud del castellano en Cataluña y vulnera además el derecho a la educación de cientos de miles de personas.


El ministro de Educación Wert en rueda de prensa.

Lo primero que hay que dejar claro es que el modelo linguistico hoy vigente en Cataluña, cimentado sobre el uso del catalán como lengua vehicular, es apoyado por más del 80 por ciento de los catalanes y la mayoría de los partidos políticos, tan solo dos partidos lo rechazan, el cuarto y el sexto por número de votos y escaños (PP y Ciudadans). En segundo lugar, no más de una docena de padres han denunciado la situación, el resto la aceptan con mayor o menor agrado. En otras palabras, el idioma y el modelo lingüístico no es un problema para la inmensa mayoria de los catalanes. En tercer lugar, hay que señalar que el modelo aparentemete excluyente, resulta por el contrario integrador, no separa a los alumnos por su procedencia o su idioma e intenta integrarlos de forma igualitaria en la cultura linguistica propia y dominante, la catalana. Ni segrega ni excluye, incluye. Solo excluye a quien se quiere excluir: aquellos que crean un problema donde no lo hay, embargados por el fanatismo característico del nacionalismo a ultranza -español en este caso-. Vivir en un lugar, dando la espalda a su cultura, no solo evidencia una notable arrogancia, sino una total torpeza, que puede además dificultar el normal desarrollo de la vida diaria de aquellos que toman tal actitud.
Frente a ese sistema de enseñanza basado en el uso del catalán como lengua vehicular, que al parecer educa en el nacionalismo catalán y el rechazo a España, que "catalaniza" a los niños, surge la necesidad de que el sistema se ponga al servicio de una labor contraria, la de "españolizar" a los alumnos. El recurso a dicho término no es casual ni baladí, Wert sabe lo que dice, sabe lo que significa lo que dice, lo que hoy supone y lo que supuso en tiempos anteriores, sabe que podía despertar los viejos demonios del pasado, en otras palabras, era consciente de que lanzaba una provocación, algo en lo que es un maestro y se gusta.  Y que significa "españolizar", pues lo único que puede significar y lo que único que históricamente significó: uniformizar, y uniformizar en España históricamente ha sido sinónimo de castellanizar. Así lo hicieron los borbones del siglo XVIII o los liberales del siglo XIX, así lo hizo la Restauración en los inicios del siglo XX y así lo hicieron posteriormente dictadores como Primo de Rivera o Francisco Franco. Españolizar significa, por tanto, el rechazo frontal a aceptar que estamos en una realidad plural, que existen naciones diferentes que también forman parte de España. Significa no entender la realidad de este país, que nos pese o no, es enormemente diversa, significa optar por el nacionalismo español, el mismo que durante la época contemporánea fracasó estrepitosamente en su intento de homogeneizar y construir una nación uniforme, el mismo que por su propio fracaso e impotencia, se ha mostrado siempre tan agresivo y prepotente. Su arrogancia encubre su enorme frustración e inseguridad, lo que lo hace más virulento y visceral si cabe. Los muchos nacionalistas españoles existentes querrían que España "fuera como los demás" y como no lo es, como no es Francia o Alemania, buscan culpables y los encuentran en el nacionalismo catalán o vasco, que de forma artificial y contra la real naturaleza de las cosas -según la cual España es una nación desde siempre y por siempre- ha construido quimeras ridiculas a base de inocular mentiras en el corazón de los catalanes. Ese nacionalismo español, atormentado por sus propios miedos, obvia la verdadera historia de España, la lucha brutal y recurrente entre fuerzas centrífugas y centrípetas, que se mostraron de diversas formas a lo largo de la Contemporaneidad. El enfrentamiento entre los borbones y los antiguos reinos de la corona de Aragón a principios del siglo XVIII y que supuso el fin de la autonomía catalana con la conquista de Barcelona por Felipe V, las batallas abiertas entre el carlismo -que incluyó entre sus principios la defensa de los fueros para conseguir el apoyo de los campesinos vascos y navarros- y el liberalismo centralista que se hacía con el poder a mediados del siglo XIX, la aparición de las tendencias federalistas entre los republicanos durante el Sexenio Revolucionario o las tensiones generadas por el centralismo creciente de la Restauración borbónica que desembocaron en el nacimiento de los nacionalismos a finales del siglo XIX. La dictadura de Primo de Rivera convirtió su anticatalanismo en algo enfermizo y las tensiones generadas estuvieron en la base de la caída de la dictadura, y durante la II República la puesta en marcha de la autonomía catalana provocó enormes enfrentamientos que desembocaron en el golpe de Estado de Franco. El nuevo régimen franquista durante casi cuarenta años impuso su feroz nacionalismo español y persiguió incansablemente las culturas no castellanas, aunque como hoy se ha visto fracasó estrepitosamente en la consecución de sus objetivos homogeneizadores. Siempre hubo unas tensiones muy fuertes entre el centralismo y la descentralización en este país, y siempre las habrá. La transicion pareció eliminarlas con la creación del Estado de las autonomías,  pero lo hizo en falso, porque lo hizo, como con casi todo, desde la indefinición Y hoy, lo que para unos fue un pacto de mínimos -los sectores nacionalistas vasco, catalán y gallego- desde el que avanzar en la creciente descentralización, para otros fue un pacto de máximos -la derecha nacionalista española- y no están dispuestos a ceder más. Es más, consideran que se ha ido más lejos de lo pactado y plantean una vuelta atrás.

La defensa del uso del catalán como lengua vehicular en la enseñanza
 cuenta con iniciativas importantes desde princiios del siglo XX.
Asociaciones e instituciones de diverso signo y condición se
 involucran en tal proyecto.



Una y otra vez se dice que el nacionalismo y el independentismo han crecido gracias a la educación  catalanista imperante en las últimas décadas, que ha catalanizado a la juventud: "De estos polvos estos lodos" como suele decir el presidente extremeño Monago, ese intelectual de vasta cultura y absorbente oralidad que hoy sufrimos en esta tierra. Resulta bastante arriesgado realizar tal afirmación, porque según dicha relación, los cuarenta años de franquismo, con su política de agresiva españolización  y castellanización, que determinó la vida de los catalanes en los más diversos ámbitos, desde la educación y la cultura hasta la administración, debería por lógica haber generado un aumento aplastante del sentimiento de españolidad, algo que a todas luces no ocurrió. Tras cuarenta años nacionalismo del de "Una, grande y libre" y de imposición del castellano como única lengua en la esfera de lo público, los catalanes no se sentían en los años 70 más españoles, y si pareció crecer ligeramente el sentimiento de españolidad, no fue porque los catalanes se sintieran más identificados con lo español, sino porque todavía existía miedo a expresarse libremente y sobre todo por la llegada masiva desde los años 60 de una masiva inmigración, población procedente de otras zonas de España, de cultura y lengua castellana que llenaron las ciudades industriales, sobre todo las del cinturón metropolitano de Barcelona, gentes que llegaron y no pudieron ser integrados en la nueva cultura y lengua, sencillamente porque ésta estaba perseguida y prohibida.  Fueron, sin saberlo, la punta de lanza de un proceso de españolización, que hoy se sabe fracasado. Lo que ha permitido la democracia y el sistema educativo vigente es que sus hijos y nietos se hayan integrado en la sociedad catalana definitivamente, sin barreras idiomáticas y culturales, en plena igualdad gracias al conocimiento profundo del idioma propio de la tierra en la que viven, permaneciendo en su mayoría como bilingües.   
El nacionalismo no ha hecho sino crecer a pesar de que durante casi dos siglos se castellanizó sin piedad. Alguien deberían reflexionar sobre ello. El sentimiento de los catalanes como pueblo es algo incuestionable y no es menos artificial que el sentimiento de españolidad de la mayoría de los españoles y también de algunos catalanes. Es por ello que la única forma de vivir juntos es dialogar y llegar a puntos en común, no se puede obligar a nadie a asumir sentimientos que no comparte. Hay que tender puentes entre las orillas y no dinamitarlos. Cuarenta años de Franquismo rompieron muchos lazos y ligaron el concepto de España y sus simbolos a la represión ejercida y el desprecio mostrado a la cultura catalana. No hagamos otra vez lo mismo.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Las primaveras árabes y la guerra civil en Siria

La plaza Tahrir se convirtió en el símbolo de la revolución egipcia.
Una y otra vez, desde hace meses, Siria aparece y reaparece continuamente en los medios de comunicación.  Se ha convertido en un nuevo capítulo de las primaveras árabes que están destruyendo uno tras otro los regímenes autoritarios de la zona, todo ello con el aplauso y beneplácito de las potencias occidentales y europeas. Sin embargo, esos aplausos occidentales a los nuevos vientos de cambio se nos muestran como una muestra más de su cinismo e hipocresía. Que Estados Unidos, Francia e Inglaterra se hayan convertido en paladines de la democracia en Oriente Medio, resulta cuando menos chocante. No solo por su pasado más próximo, que les llevó a apoyar durante décadas a los dictadores ahora derrocados, sino porque todavía hoy todos sus intereses estratégicos en el Oriente Medio se cimentan, al margen de sus estrechos lazos con Israel, en su alianza con las monarquías corruptas del Golfo Pérsico, especialmente con Arabia Saudí y la familia de los Saud: un ejemplo mundial de autoritarismo, de negación del principio de ciudadanía, de discriminación de la mujer en plano de lo público, de racismo hacia el inmigrante, de rechazo a las minorías como los siíes, de fundamentalismo religioso e imposición de la ley islámica o Sharia.
La lectura del apoyo occidental a las actuales revoluciones árabes es bien claro: cuando los cambios llegan y resultan imparables, hay que tratar de encabezarlos para así ponerlos así bajo control. Así ocurrió en Túnez, cuando el pueblo trató de derribar al tirano Ben Alí, fiel esbirro de Occidente y especialmente de Francia, sin cuyo apoyo jamás hubiera durado mucho tiempo; así ocurrió también con Hosni Mubarak, justo representante de la sumisión de las élites árabes a los intereses estratégicos norteamericanos y sobre todo de Israel. Como prueba de ello, el abandono y aislamiento por su gobierno de los palestinos de Gaza y el cumplimiento fiel de los tratados de paz con el estado judío. Los mismos que no hace mucho tildaban al Egipto de Mubarak como un régimen moderado árabe, llegado el momento lo han denigrado como un brutal dictador. Y así ocurrió también con el otro perdedor de las primaveras árabes, el régimen de M. Gadafi, antaño enemigo visceral de Occidente y que en los últimos años se había convertido en un buen aliado en la zona frente a la expansión creciente del islamismo político.
En todo caso, Occidente sabía de los riesgos asociados a las recientes revoluciones árabes, si a pesar de todo las apoyó es porque no le quedaba otro remedio. Era evidente el riesgo de que el vacío político generado lo ocupara el islamismo político. Más allá de grupúsculos liberales sin base social alguna, tan solo los islamistas ofrecen una alternativa viable y unas organizaciones suficientemente enraizadas en la sociedad. Esto ya se evidenció en Argelia cuando en los años 90 el proceso de democratización derivó en la victoria de los islamistas del FIS y más tarde en el golpe de estado y la guerra civil subsiguiente.
Y los temores de muchos se han cumplido en buena parte. El islamismo moderado ha llegado al poder: En Nahda en Túnez o los Hermanos Musulmanes en Egipto. Su influencia en Libia es creciente, aunque no hayan vencido en las elecciones. La democracia en el mundo árabe, como era previsible, conduce a una reislamización, aunque sea moderada, y también a un escenario de creciente inestabilidad política, aunque sea a corto plazo.

Bashar Al Asad, presidente de Siria y líder del partido Baas, no cede ante
la presión de la oposición.
En Siria, sin embargo, la realidad se vuelve más compleja y la solución al problema allí generado también. Existe una cruenta batalla entre la dictadura y la democracia, suponiendo que ésta sea el objetivo de toda la oposición, como tratan de airear los medios de comunicación europeos. Se nos explica demasiadas veces el conflicto sirio de forma simplista, como la lucha entre un tirano contra su pueblo, o mejor dicho, contra una parte importante de su pueblo. El problema sirio es mucho más complejo, porque además de la lucha contra la tiranía, está la lucha entre la concepción claramente laica del poder del partido nacionalista Baas y el islamismo de una parte importante de los rebeldes, ya que como se verá en la futura posguerra, el peso social de los Hermanos Musulmanes sirios es mucho mayor que el de las organizaciones políticas que ahora encabezan el proceso revolucionario, y cuyo importancia es más que discutible. Las estrías del problema van más allá e introducen una nueva variable de disputa religiosa, el partido Baas y su gobierno se sostienen sobre la minoría alawí y cristiana, mientras que la mayoría sunní permanece al margen del poder. Los siíes alawís son herejes para los sunnies más radicales y religiosos, y parece que ha llegado el momento de acabar con su predominio político, militar, económico.

Rebeldes sirios. Armados por Occidente y las monarquias del Golfo Pérsico.
A este componente habría que añadir los problemas derivados del papel estratégico de Siria en el contexto internacional. En el tablero de la geopolítica mundial el Oriente Medio es clave, y en éste, Siria también lo es. La batalla en este sentido sería entre las potencias occidentales y una Rusia dispuesta a no perder peso internacional y que históricamente ha sido aliada de Siria -entonces como Unión Soviética-, donde todavía hoy su flota tiene una base permanente (Latakia). Igualmente China permanece al lado del régimen de Bashar Al Asad, en un intento de aumentar su creciente influencia en la zona. Por el contrario, para Occidente e Israel Siria siempre ha sido un régimen hostil, que nunca ha reconocido los supuestos derechos judíos. Enfrentado a Israel por los Altos del Golán, sostiene a la milicia de sií de Hezbollah en el Líbano, auténtico demonio de Israel, y es aliado incondicional de Irán, el gran enemigo actualmente de los intereses sionistas en la zona, gracias a su cuestionado programa nuclear. 
Sin embargo, sobre esta disputa existe otra batalla geoestratégica de carácter más local, me refiero a una lucha sin cuartel por el control regional de la región del Golfo Pérsico entre siies y sunníes, en otras palabras, Irán frente a Arabia saudí. Lo que está claro es que la destrucción del Baas puede aislar a Hezbollah y a Irán y favorecer a Israel a corto plazo, pero es casi seguro que terminará llevando a los islamistas sunníes de los Hermanos Musulmanes al poder en Siria, aumentando la presencia también de los radicales de Al Qaeda en el país. En este sentido y a medio plazo, los intereses occidentales e israelíes se pueden ver muy afectados.
Europa está jugando con fuego cuando apoya tan decidamente a los rebeldes sirios. Y es que el que juega con fuego se quema. Alguien debería recordar que fue el estado israelí el que apoyó en sus inicios a los islamistas palestinos de Hamas -hoy sus grandes enemigos- para mermar la influencia de Al Fata y su líder Arafat. No olvidemos tampoco que en los años 80 Estados Unidos armó a Ben Laden para luchar contra los soviéticos en Afganistán y que más tarde apoyó a los talibanes afganos para contrarrestar la influencia de los señores de la guerra en el país asiático. Posteriormente, ambos se convirtieron en sus máximos enemigos. Cría cuervos y te secarán los ojos.



lunes, 13 de agosto de 2012

Educación pública y conciencia de clase




El otro día estaba en un cumpleaños de un amiguito de mi niña. Charlando amistosamente con un padre nos lanzamos a un intenso debate político. Al interlocutor le gustaba Esperanza Aguirre, sus dotes de gobernantes, su seguridad y carácter. Era, sin embargo, un trabajador normal y corriente, de los de toda la vida. Decía no soportar al insipido Tomás Gómez y al resto de los socialistas madrileños. Puestos a "zumbarles", buscó el lenguaje sencillo de las contradicciones ajenas. Quiso entonces recordar el ya añejo video del PSOE sobre educación pública y aseguró: "No tienen credibilidad aquellos que mandan a sus hijos a colegios privados de élite y después defienden la educación pública". Hacía así referencia a la actitud de muchos dirigentes socialistas en una época marcada por las luchas, en Madrid y en toda España, en defensa de la educación pública frente a los ataques declarados del gobierno de Esperanza Aguirre y de un gobierno central obcecado en los ajustes. Sin embargo, se equivocaba: es una contradicción, pero solo hasta cierto punto. Esos dirigentes socialistas son personas con medios, con frecuencia sus padres también los tuvieron, por eso algunos de esos líderes fueron a colegios privados y ahora llevan también a sus hijos a dichos centros educativos. Sencillamente se lo pueden permitir. Hacen lo que harían, no todos, pero si la mayoría. Pero además de buscar lo mejor para sus hijos, defienden que los que no pueden hacer eso mísmo por carecer de recursos, puedan tener algunas, que no las mismas, opciones y poder disfrutar de una educación pública de calidad y con medios. Puede que no sean coherentes, pero si solidarios.


  


El caso de Esperanza Aguirre y los suyos es otro bien distinto, ella se educó en colegios de élite bilingües y ahora hace otro tanto con sus hijos, pero además no tiene ningún respeto ni aprecio por lo público y como buena liberal desprecia desde lo más íntimo de su ser la capacidad de gasto e intervención del Estado, es decir, aboga por negar el pan y la sal a la educación pública, que no es la de todos, es la de los más débiles. Es evidente que no hay ninguna contradicción en tal comportamiento, por el contrario, es pura coherencia, una maldita y despiadada coherencia. Como esa educación no es la mía, la abandono, y con ello dejó lastradas las opciones de las capas más bajas de la población. En otras palabras, gastar dinero en educar a los esclavos, es tirar el dinero, porque los esclavos no necesitan formación para ser esclavos.






Que un obrero, que lleva a sus hijos a un colegio publico, no perciba esta diferencia o peor aún no vea el lado menos malo, que no bueno, explica mucho de la actualidad, incluidas terribles mayorías absolutas que hoy nos golpean. El PSOE de Felipe González creó los conciertos en 1985, eso es algo indiscutible, como lo es también el apoyo decidido de lso socialistas a la consolidación de la educación concertada y la privada, pero no es menos cierto que, en general, la educación pública goza de más recursos y medios allí donde ellos gobiernan. Es evidente, especialmente hoy en época de crisis, que el PP ha optado por el modelo anglosajón de una educación pública para pobres y minorías, de baja calidad, que eternice a éstos en su condición de mano de obra barata. También es cierto que Esperanza Aguirre tiene el apoyo de muchos miembros de las clases a las que en silencio, en la intimidad, seguro que desprecia, y lo tiene porque es magistral en el uso de cortinas de humo y porque esos padres obreros, como el mencionado, no se hacen las preguntas adecuadas. A dicho padre no le debería importar donde lleva Tomas Gómez y otros dirigentes socialistas a sus hijos, sino donde los llevas él. Los suyos están en la educación pública. Quien más la defienda y la dote de  medios está de su lado, le favorecerá a él y dará más opciones a sus hijas. Y es que hay gentes que tienen un problema, no se hacen las preguntas adecuadas porque carecen de algo que  hoy resulta aparentemente anacrónico, no tienen conciencia de clase. O quizás al revés, porque no tienen conciencia de clase no se hacen las preguntas adecuadas.
Cuando un simple obrero cree que sus intereses son los mismos que los de Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, condesa de Murillo y Grande de España, es que no se entera absolutamente de nada. Miembro inicial del Club Liberal de Madrid, discipula de Pedro Swartz, fundador de la Union LIberal, Esperanza Aguirre pertenece a otro mundo y defiende otro mundo. Hay gente que definitivamente no se entera de nada, quizás por ello se merezcan el negro futuro que les espera.

miércoles, 13 de junio de 2012

LA DIFÍCIL SALIDA A LA CRISIS


Detrás de la gestión como ministro y como gestor de Bankia de hombres
 como Rato, están las bases de la crisis.

La dinámica en la que vivimos es abrumadora. Los gobiernos actúan, pero al dictado de órdenes ajenas. El ministro de turno ejecuta, el parlamento legisla, pero detrás unos poderes reales -ya no en la sombra- mueven los hilos con absoluta impunidad. Los mercados -formados por legiones de especuladores- presionan, las instituciones europeas -es decir Alemania- recomiendan y enmiendan, la patronal - ahora empleadores- exige. Todos esos "no poderes" gritan sus verdades con descaro. Y los políticos se limitan a ponerlas en práctica, especialmente los que hoy gobiernan -léase el P.P.-, que lo hacen además de buen grado. Los gobernantes actuales nos han convencido  con perversa maestría de que la crisis es consecuencia de la mala gestión y el despilfarro de los socialistas: es el mal gobierno, el descontrol del déficit del "semidelincuente" Zapatero el que nos ha llevado a donde estamos. Y en tal valoración está el principio y la clave de su impunidad, de la impunidad con que están actuando para destruir el estado de bienestar, o más bien la reducción drástica del peso del Estado en la economía y la sociedad española. Han conseguido convencer a grandes capas de la población de que la crisis es producto de los malos gestores y que los mercados se ceban sobre nuestro país por esa supuesta mala gestión, la que además ha obligado a Europa a  rescatar nuestro sistema financiero. Olvidan que la hecatombe de nuestro sistema financiero está en su exposición a la burbuja inmobiliaria y que su detonante ha sido la ruina de Bankia, producto de una fusión suicida de las cajas con más activos tóxicos inmobiliarias, promovida por las comunidades dirigidas por el PP, leáse Valencia y Madrid. Olvidan y nos hacen olvidar que la crisis es producto del hundimiento y estallido de la burbuja inmobiliaria, del hundimiento de la economía basada en "el ladrillo" - creación del propio Rato, el mismo que hasta hace poco dirigía ese monstruo llamado Bankia- y del consiguiente hundimiento de los ingresos del global de las instituciones públicas, lo que ha provocado un desfase rápido y dramático entre los ingresos y los gastos existentes. Olvidan que la crisis es también producto de la desregulación del sistema financiero, de la especulación sin medida, que el PP cuando estaba en el gobierno defendió hasta la estenuación. En fin, fue el neoliberalismo y la especulación con mayúscula, base del modelo económico asentado por el gobierno de Aznar-el PSOE fue responsable de no intentar variar la dirección trazada-, lo que nos condujo a la crisis, no el excesivo déficit o los supuestos gastos desorbitados del Estado. Se creó una economía de mentira convertida en una burbuja que nos ha estallado en la cara. Y el problema es que las burbujas no desaparecen poco a poco, si no que pasan del todo a la nada en un instante.


La siguiente barbaridad es la solución que han encontrado los nuevos "popes" del liberalismo. Ya que el problema es el déficit publico y el escesivo gasto del Estado, eso aseguran nuestros gobernantes, resulta que la solución está en reducir a su mínima expresión tanto el Estado como su capacidad de gastar. Y si el paro es brutal, es consecuencia también de las leyes laborales vigentes, no de la crisis, por lo que con una nueva legislación se soluciona el problema. Olvidan de nuevo demasiadas cuestiones que deberían de tener en cuenta: no habrá consumo sino hay estímulos al crecimiento, y esos estímulos al crecimiento en época de crisis solo los puede realizar el Estado. Si no hay consumo no puede haber crecimiento de la economía y por ende sin éste no puede haber crecimiento del empleo. Una lógica aplastante que ya nos enseñó la crisis de los años treinta. Pero claro, los neoliberales y/o conservadores, o como se les quiera llamar, no soportan esa lógica, porque supone dar al Estado un papel central en nuestras vidas y en las de las sociedades europeas. La reforma laboral en sí mismo no sirve para nada -salvo para merendarse un siglo de lucha obrera-  sino se relanza la economía. Eso es obvio, y hasta los mismos que han parido dicha reforma lo empiezan a reconocer. Vamos en la dirección opuesta al sentido común.

Angela  Merkel representa la obsesión de Alemania por los ajustes y el
control del déficit.

Algunos esgrimen que Alemania ya hizo esas reformas hace años, y pasó del estancamiento al crecimiento  y el progreso, aumentando su competitividad. Pero España y el sur de Europa no es Alemania, ni el contexto económíco de entonces es el de ahora. Alemania hizo sus reformas, sobre la base de una economía industrial de vocación exportadora y con altos niveles de competitividad, que además en ese momento estaba rodeada de países en bonanza que podían comprar sus productos. La Europa del sur no ha sido nunca un ejemplo de competitividad y por tanto no ha desarrollado economías exportadoras,  sino basadas en un consumo interno que ahora, en plena crisis, se ha hundido, y para colmo, estamos en un contexto marcado por una crisis mundial que está ralentizando hasta la economía china. En ese contexto solo el Estado puede hacer de locomotora, gastando e invirtiendo -aunque sea con comedimiento- para arrastrar  una economía deprimida, y solo cuando ésta esté en plena marcha puede y debe apartarse para dejar al ámbito privado desarrollarse. Es como cuando en un final de etapa de una carrera ciclista determinados corredores disparan el pelotón para colocar a sus esprinter, y en el último momento se dejan caer y se apartan, cumplida ya su labor. Lo que no se puede hacer y resulta una locura, es en medio de una economía exhausta, marginar al Estado en aras del sacrosanto control del déficit público. Entre otras cosas porque los mercados, absolutamente esquizofrénicos, se empeñan en castigar la falta de control del déficit, pero a la vez no perdonan el escaso crecimiento económico. Por eso no se calman, aunque les ofrezcamos déficit reducidos, desconfiarán siempre de economías que no muestren síntomas claros de crecimiento y en países como Grecia y España, si el Estado no gasta el crecimiento y la salida de la crisis se antoja difícil. Lo que no sé es como los actuales gobernantes, sabiendo esto, duermen tranquilos...



miércoles, 25 de enero de 2012

"Ni banqueros, ni políticos": La decadencia del movimiento 15M

Acampada y manifestación del 15M en la plaza del Sol de Madrid

El movimiento 15M se desinfla después de cada proceso electoral. No resiste el paso del tiempo, como si fuera una bandera endeble en medio de un vendaval. Son un movimiento de globos y blogueros, hijos predilectos de la sociedad superficial del momento, "revolucionarios cortacalles" -se les da de lujo hacer manifestaciones sorpresas y fastidiar el tráfico- que se enfrentan a policías con órdenes de no hacer "pupa". Porque su crítica es feroz a todo aquello que después la soberanía nacional termina apoyando, por eso pierden legitimidad con cada proceso electoral. Ayudan al desgaste de la izquierda -aunque es indudable que ésta se lo merece- y ponen en bandeja el poder en manos de los que más defienden lo que ellos rechazan. No entienden de matices y piden la abstención, "porque todos son iguales" afirman, pero además tampoco crean una organización ni la dotan de un programa, un contenido y mucho menos una ideología. Su ideología es la asamblea y el debate, las palabras mágicas de aquellos que no tiene ni repajoleja idea de como afrontar el futuro, del que confunde el procedimiento con el contenido. Y así la alternativa no existe. Para colmo se marcan objetivos desmesurados, ¡quieren refundar el capitalismo!, e incluso el propio sistema democrático. Al menos eso se deduce de sus mensajes preferidos: "Ni banqueros, ni políticos " o "Democracia real, ya". Objetivos elevados y exigentes, ninguna alternativa. Resultado de tal conjunción, el que vemos: se desinflan por momentos. Con populismo barato y "progre" no se cambia el mundo y mucho menos al capitalismo.
Nadie escapa a la crítica
No aceptan el "mundo cruel" que les ha tocado vivir y entre cervecita y cervecita hacen la revolución, que ni siquiera llaman así, porque odian todo lo que huele a pasado como rancio. Los partidos están podridos, las elecciones son de mentira, los banqueros nos roban, los políticos son todos malos, los sindicatos unos vendidos... Los puños en alto ni aparecen, manitas que se mueve y globitos, muchos globitos de colores. Rechazo de líderes y liderazgos, porque van de puristas y de asamblearios naturales. "Si tuvieramos líderes y jerarquías seríamos como los que criticamos", en fin una suerte de "anarquismo" pero sin la carga ideológica de éste. Y a todo esto añadirle unas grandes dosis de redes sociales,  muchas redes sociales, de esas de pocas palabras, de carácteres limitados, porque leer cuesta mucho. Y al volver a la vida normal, mucha tele y mucha gran superficie. Y es que no dejan de ser ciudadanos como los demás, que no se engañen y no nos engañen. Y después el rollo recurrente de la ley electoral, como si su reforma solucionara de un plumazo todos los problemas de representatividad, como si cambiar la ley electoral supusiera la clave de la transformación del sistema político.

Manos alzadas abiertas, uno de los símbolos del 15M
Leía el otro día una pintada "quincemera"  bien chula en la puerta del colegio de mi hija: ¿Papá, verdad que a los ricos les da igual quien gane las elecciones? "En la boca de los niños está la verdad" dice el refrán. Es indudable que la pregunta acierta en el análisis de la realidad. Sin embargo hagamos la pregunta de otra manera: ¿Les da igual a los pobres, a los desvalidos?
Con los años he aprendido que los matices cuentan y son importantes, y no es lo mismo realizar la pregunta en un sentido o el otro. Es una cuestión de grado: Si son todos exactamente iguales, porqué unos profundizan en los derechos de los homoxesuales o las mujeres que quieren abortar, porqué unos potencian más -solo ligeramente- la educación y los servicios públicos, y otros nos dirigen sin tapujos y de buen grado hacia las fauces de los mercados. Para los ricos da igual, ambas opciones protegen sus intereses, para los pobres no tanto, las migajas del sistema no son las mismas. Con unos caen más, con otros menos.
Y en estas llegan "cuatro blogueros analfabetos" y quieren refundar entre cervecita y cervecita el sistema, despreciando todos los procedimientos y formas de lucha, rechazadas por caducas y corruptas. No les parten la espalda a "ostias" porque como diría mi madre "pintan bien la cigüeña", y porque el poder -ducho en estas batallitas- sabía que solo tenía que esperar a que el movimiento se desinflara. La violencia solo les habría alimentado.
El movimiento del 15M, carente de ideología y de alternativas, se asemeja más a los viejos motines de subsistencia del Antiguo Régimen que a las formas de lucha organizadas y mucho más efectivas que surgieron con la contemporaneidad y la revolución industrial. Pero a diferencia de los motines de antaño, carecen de la violencia de éstos y son pacíficos, aunque su recorrido en el tiempo igualmente resulta escaso, por su falta de soporte ideológico y organizativo. Ni unos ni otros fueron ni serán nunca un desafío al poder vigente.

Cartel del movimiento 15M
Y entre tanto desatino y superficialidad "pancartas de auténtico premio nobel" como la que versaba: "Ni banqueros, ni políticos". Pero de que va esta gente. Ni capitalismo económico, ni democracia política, es decir, me cargo dos siglos de evolución humana, pero sin ofrecer alternativas y huyendo de cualquier cobertura ideológica existente o no. ¡Con dos narices! ¿Y  consiguen  algo de esta manera? La respuesta es  sí. Han conseguido que en vez de banqueros especulando y políticos malgobernando, haya un banquero-político dirigiendo nada menos que el ministerio de economía. Y es que el señor Luis de Guindos fue ejecutivo importante de Lehman Brothers en Europa, uno de esos bancos que nos llevaron a la crisis con su irresponsabilidad manifiesta y que luego quebraron. Un viejo especulador es el encargado de sacarnos de la crisis, le damos al zorro el cuidado del gallinero. Tanta abstención para conseguir altas dosis de lo que no queríamos ,"No querias te, pues toma tres tazas". Y además recortes y más recortes...
Objetivo conseguido. Así que los chicos del 15M se vuelven para casa, que la lucha cansa y son muchos fines de semana jodidos. Son dignos hijos de nuestro tipo, consumidores de todo, también consumidores de rebeldía, consumidores de lucha, de debate, de asambleas, y de la adrenalina del que se ve protagonista de la historia. Y eso es lo que han hecho, consumir dosis de protagonismo y de rebeldía.
Nunca he visto a los ricos y poderosos, que son los mismos, dominar tan cómodamente, nunca vivieron tan tranquilos: poseen el monopolio de las ideas y la violencia como siempre pretendieron -y con frecuencia consiguieron-, pero con menos miedo que nunca. Cuando la dormidera del botellón, el Carrefour y el fútbol no sean suficientes, sabrán utilizar a la fuerte clase media para defender el sistema. Por eso, mientras perviva una potente clase media con acceso a importantes cotas de riqueza y con capacidad de consumo, el sistema se encontrará a salvo, mucho más si la oposición que tiene delante se estructura en movimientos como los del 15M. 
Un buen amigo, me rebatió estas ideas y me explicó que me gustara o no por aquí iba la cosa, esta es la dirección que toma la historia..Yo como historiador se que el mundo evoluciona, que las cosas envejecen, que las formas de lucha y organización caducan, eso es así . Lo que digo es que la evolución, imparable y natural, lleva una dirección de la que no participo y que reconozco: desorganización y desideologización, Sencillamente el mundo al que vamos, y vivirán mis hijas, no me gusta y no me gusta no por los que gobiernan, que esos son siempre los mismos y siempre actuan igual -son poco originales-, sino por los que se les oponen, que por lo visto dan muy poco de sí. Me apetece cerrar las puertas de mi casa y tratar de sobrevivir, sencillamente porque yo me lo puedo permitir. No estoy preparado para tanta tontería.