"Cuando doy comida a los pobres me llaman santo, cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista". Dom Helder Cámara. Obispo brasileño.

jueves, 9 de julio de 2015

Las banderas gay ondean en los ayuntamientos.

Ayuntamiento de Villanueva en Julio de 2005. Es visible la bandera gay.
Soy de Cáceres, pero vivo en Villanueva de la Serena. Estoy contento en una población a la que llegué ahora casi nueve años. Entonces era un pueblo grande, al menos cultural y urbanísticamente, ahora es una ciudad pequeña, y lo digo en el más amplio sentido de la palabra. Hay cosas mal hechas, pero muchas más bien hechas, y el pueblo habla elecciones tras elecciones. El resultado de éstas en Villanueva es inapelable. Vivo en una ciudad con calidad de vida, agradable y limpia, pero además progresista. El otro día, caminaba hacia la academia de inglés donde mis hijas mejoran el conocimiento de esa "lengua bárbara" cuando al girar mi cabeza pude clavar mi mirada en el ayuntamiento. Generalmente me traen al fresco las dichosas banderas que ondean en los sitios oficiales, pero en milésimas comprobé que allí había algo más, algo que no cuadraba, en poco tiempo mi sorpresa se convirtió en verdadera satisfacción, la bandera del colectivo homosexual estaba allí. Sentí orgullo de vivir en la que ya es mi ciudad, la verdad es que me emocioné un poco, soy más ñoño de lo que parece. Al venir con mi hija de vuelta volví a pasar por el mismo lugar, y se lo indiqué a mi hija: "Hay que sentirse orgullosos de que esa bandera ondee en un lugar público". A mis hijas les educo en que no hay nadie que sea más que nadie, así me educaron a mí personas que ni siquiera pudieron ir a la escuela, señal de que la tolerancia no es privativa de las personas con cultura. A mis hijas las educo en que nadie tiene que sentir miedo a decir lo que es, lo que piensa, lo que ama... Les enseño que algunos, que ahora por cierto van de demócratas, todavía encerraban a las personas por amar "inadecuadamente", porque no eran como se debía ser, es decir como ellos habían decidido desde hace siglos que teníamos que ser. Mucha gente ha sufrido, no solo por decir lo que eran, sino las más de las veces por taparlo, con lo que se traicionaban a sí mismo, lo que es como morir en vida. Y ahora esa bandera ondea en una población pequeña de la región más atrasada de un país que ha sido hasta hace poco "la reserva espiritual de Occidente". Tantos cambios es lógico que traigan a algunos de cabeza. Y también, que otros se unan a un carro por pura conveniencia, los gay votan en las elecciones (el PP de Villanueva ha apoyado la decisión, aunque es evidente que ellos no la hubieran tomado). Hoy son muchos los que dicen, olvidando sus propias palabras hace solo veinte o treinta años, que ellos también aprecian a los homosexuales, defienden sus derechos, pero eso es una cosa, y otra muy diferente, es que toleren su visibilidad, esta les resulta insultante y abusiva, casi agresiva. Saben que la lucha de los gays y lesbiana no es ahora por sus derechos, es por la normalidad y eso implica hacerse totalmente visibles, es la naturalidad. Por eso, banderas ondeando en un ayuntamiento, como de la que hablamos, es tan importante para muchos, y tan excesiva para otros. 
Y entonces miró un poco para atrás, y me acuerdo de una de las leyes que más he valorado en la historia contemporánea de España, la ley del matrimonio homosexual que puso el socialista Zapatero en 2005. Y me doy cuenta de que a veces no son las sociedades las que hacen las leyes, sino que a veces son las leyes las que ayudan a construir sociedades, las que se ponen en la vanguardia y permiten estimular a las sociedades hacia el cambio. Este es el caso. Y me acuerdo de la II República, que en tantos aspectos actúo igual, tratando de modernizar España desde la política y las leyes, cambiarla y mejorarla. Una II República que trato de hacer visibles a los invisibles, a los jornaleros, a las mujeres, a los analfabetos... Ese es el espíritu que deben tener los gobernantes y los políticos, a veces las sociedades necesitan un estímulo, no esperar que la mayorìa social demande algo, sino conducirla hacia ese algo sin espera: hacer visibles a los que nunca tuvieron derechos y que el resto lo asuma con naturalidad. ¡Chapó alcalde!

martes, 1 de enero de 2013

Justicia o Caridad

¿Mugroso o necesitado?

Llega la Navidad y con ello los accesos casi compulsivos de consumismo, tan vital como denostado. Pero, quizás más navideños todavía son los "agresivos y viscerales ataques de caridad", cristiana o no. Nos volvemos iracundos caritativos. Cada Navidad la caridad vuelve con renovada fuerza, "es momento de entregarse a los demás"...dicen. Pero esta Navidad la cosa está peor aún, porque es la Navidad de la crisis y la crisis también es momento para la caridad, por lo que tenemos doble ración. Y es que la caridad es la gran beneficiada de la crisis actual, desde sus comienzos ésta se ha multiplicado. Como gustan decir los sacerdotes con su jerga caritativa: "hay más necesidad, pero también la gente ayuda más".
Y paralelamente al crecimiento de la caridad, el retroceso feroz de la justicia, que mengua según se consume su aliado natural, el estado de bienestar. El retroceso de uno alimenta el otro, el avance del primero acogota al segundo, como si fueran partes de una misma realidad: doctor Jekyll y el señor Hyde.
Y en tal situación se consumen de "cristiana felicidad" los sectores sociales más conservadores, los hombres autodenomiados "liberales", aquellos que argumentan no depender de nadie y no necesitar a nadie, esos que por naturaleza son la casta más caritativa existente. Porque los mismos que odian a muerte la justicia, la igualdad y al Estado, aman la "la caridad verdadera", la beneficiencia, son ellos los que se llenan de lágrimas ante la miseria sumisa, se derrumban piadosamente ante los ojos cabizbajos del que pide, ante el agradecimiento del necesitado saciado. Muchos colaboran de mil maneras con los comedores de Cáritas (la "gloriosa Cáritas", venerada porque además de eficaz es cristiana) o con los bancos de alimentos, o con los abnegados misioneros, ...siempre pensando en los necesitados, los pobres, los negritos, los desvalidos, todos apelativos muy navideños, llenos de candidez y ternura. Paralelamente retrocede la figura del ciudadano, del hombre, de la persona, con sus derechos, hacia el que las instituciones públicas tienen unas obligaciones. Va desapareciendo el hombre altivo con su dignidad intacta, que cobra su pensión, su cobertura de desempleo, su asistencia social, su ayuda por dependiente, ¡su dinero!, que es suyo por derecho, porque procede de un Estado que está en la obligación de cubrir sus necesidades, las de todos. Vuelven las ordas de hombres con cabeza gacha que llaman a las puertas, que recurren a la parroquia, que cogen lo que les dan otros, no lo que es suyo por derecho. Y volverán pronto las imágenes más conmovedoras y clásicas que alimentan la caridad: los minusválidos a las puertas de la iglesia (las ayudas a la dependencia se han restringido hasta un 50%).
Curiosamente los más desaforados enemigos del Estado y la justicia son los más comprometidos con la caridad. En nombre de Dios, se oponen a la subida de los impuestos directos, de impuestos como los de sucesiones, de los impuestos a las fortunas, dinero que podría recaudar el Estado para cubrir las necesidades sociales; pero a la vez participan activamente en las "operaciones kilo" y son activos voluntarios en las parroquias. Ayudan a los misioneros comprometidos y las monjitas de kenia, pero no quieren que un "negrazo" sin papeles sea atendido con sus impuestos en la sanidad española y "flipan" con el costoso despliegue de medios que de vez en cuando se pone en marcha para salvar a los "moracos" de las pateras. Están "hasta los cojones" de la ley de dependencia creada por Zapatero, puesta en marcha con sus impuestos, pero si ven un minusválido en la puerta de iglesia se pegan por darle monedas y si por la tele sale un caso de esos sangrantes cogen raudos el teléfono para ofrecer su ayuda ante la aprobación de la audiencia. Odian la ayuda a la cooperación pero se ceban en las campañas del Domund.. Están hasta las narices del puñetero paro, y de la vergüenza de los cuatrocientos euros, "que cobran los que no deben", pero los ves ayudando en los comedores sociales y como voluntarios en el banco de alimentos. Odian la enseñanza pública, sus hijos y nietos están en la concertada religiosa, pero se unen fervorosamente a cáritas para alfabetizar en sus ratos libres y en cursos por la tarde a las "gitanitas" analfabetas.
Cuando hablan de caridad se les llena la boca con "desvalidos" y "necesitados", y si a esos mismos los ven en las colas del paro, colapsando las urgencias o llegando al país en las pateras, les llaman "andrajosos", "mugrosos" o "zarrapastrosos", y si son extranjeros además  "panchitos", "moros asquerosos" o "sudacas".
Aunque tanto cinismo e hipocresía debería de sorprenderme, no lo hace. Esa realidad la conozco desde siempre. Mi padre ya me hablaba cuando era un niño de ese comportamiento... y de los hombres que lo hacían. Más tarde, como historiador, pude corroborar tales valoraciones. El mismo terrrateniente, hombre cristiano y de orden, que en la posguerra extremeña habría las puertas para dar la "sopa boba" a los necesitados, los atenazaba de hambre con sueldos miserables y acaparaba ferozmente la tierra. Ese mismo terrateniente, había consentido que esa misma noche "sus" guardias civiles mataran a palos a un hombre por un saco de bellotas, que el desgraciado robaba a los cerdos del señorito para poder salvar del hambre a sus muchos hijos. Ese buen cristiano no quería justicia, ni hombres que exigieran lo que era suyo por derecho, quería bestias humilladas que agradecieran su infinita compasión, a la vez que respetaban las reglas del orden y la propiedad. Tras la guerra civil y con los años del hambre de la posguerra, desaparecieron las miradas altivas y desafiantes de los luchadores sociales y volvieron las cabezas gachas de los hombres agradecidos por tanta bondad. Era el reino de la caridad, pero sobre todo el imperio de la injusticia.
Hoy, caminamos de nuevo, salvando las distancias, en esa dirección, y la verdad es que me entristece. Es en momentos como estos cuando vienen a mi mente las palabras que hay en la cabecera de este blog, pronunciadas por el obispo brasileño Dom Elder Cámara: "Cuando doy comida a los pobres me llaman santo, cuando pregunto porqué son pobres, me llaman comunista".



sábado, 8 de diciembre de 2012

Nacionalismo y educación (parte I): Españolizar y catalanizar.

Masiva manifestación en el día de la Diada en el año 2012.


El ministro de educación Wert es un dechado de virtudes, y entre las que atesora está su enorme franqueza, su don para hablar sin tapujos. Como diría una anciana de mi tierra, el señor tiene una "boquita rayo". Eso permite que desgrane en su discurso un sin fin de "barbaridades", y que lo haga además sin control y sin los límites que impone lo politicamente correcto. Primero señala la obligación que tiene el sistema de enseñanza de "españolizar" a los niños, especialmente en lugares como Cataluña donde se sufre un déficit de españolidad. Después utiliza el tema de la educación en Cataluña como cortina de humo para encubrir las "salvajadas" de la nueva ley de educación: apoyo sin fisuras a la educación concertada, consolidación de la religión en la escuela pública, destrucción de la educación en valores y reducción a la mínima expresión de asignaturas como plástica, tecnología o música, permisividad total con la educación dividida en sexos propia de los centros concertados más integristas, etc. Además de todo esto, y digo además, la nueva ley se lanza ¡por fin! a solucionar "el drama de la educación en Cataluña", un drama que tiene embargado el futuro nada más y nada menos que de unas cuantas familias, no más de una docena, y que es postulado como un problema de dimensiones bibilicas que amenaza con destruir la salud del castellano en Cataluña y vulnera además el derecho a la educación de cientos de miles de personas.


El ministro de Educación Wert en rueda de prensa.

Lo primero que hay que dejar claro es que el modelo linguistico hoy vigente en Cataluña, cimentado sobre el uso del catalán como lengua vehicular, es apoyado por más del 80 por ciento de los catalanes y la mayoría de los partidos políticos, tan solo dos partidos lo rechazan, el cuarto y el sexto por número de votos y escaños (PP y Ciudadans). En segundo lugar, no más de una docena de padres han denunciado la situación, el resto la aceptan con mayor o menor agrado. En otras palabras, el idioma y el modelo lingüístico no es un problema para la inmensa mayoria de los catalanes. En tercer lugar, hay que señalar que el modelo aparentemete excluyente, resulta por el contrario integrador, no separa a los alumnos por su procedencia o su idioma e intenta integrarlos de forma igualitaria en la cultura linguistica propia y dominante, la catalana. Ni segrega ni excluye, incluye. Solo excluye a quien se quiere excluir: aquellos que crean un problema donde no lo hay, embargados por el fanatismo característico del nacionalismo a ultranza -español en este caso-. Vivir en un lugar, dando la espalda a su cultura, no solo evidencia una notable arrogancia, sino una total torpeza, que puede además dificultar el normal desarrollo de la vida diaria de aquellos que toman tal actitud.
Frente a ese sistema de enseñanza basado en el uso del catalán como lengua vehicular, que al parecer educa en el nacionalismo catalán y el rechazo a España, que "catalaniza" a los niños, surge la necesidad de que el sistema se ponga al servicio de una labor contraria, la de "españolizar" a los alumnos. El recurso a dicho término no es casual ni baladí, Wert sabe lo que dice, sabe lo que significa lo que dice, lo que hoy supone y lo que supuso en tiempos anteriores, sabe que podía despertar los viejos demonios del pasado, en otras palabras, era consciente de que lanzaba una provocación, algo en lo que es un maestro y se gusta.  Y que significa "españolizar", pues lo único que puede significar y lo que único que históricamente significó: uniformizar, y uniformizar en España históricamente ha sido sinónimo de castellanizar. Así lo hicieron los borbones del siglo XVIII o los liberales del siglo XIX, así lo hizo la Restauración en los inicios del siglo XX y así lo hicieron posteriormente dictadores como Primo de Rivera o Francisco Franco. Españolizar significa, por tanto, el rechazo frontal a aceptar que estamos en una realidad plural, que existen naciones diferentes que también forman parte de España. Significa no entender la realidad de este país, que nos pese o no, es enormemente diversa, significa optar por el nacionalismo español, el mismo que durante la época contemporánea fracasó estrepitosamente en su intento de homogeneizar y construir una nación uniforme, el mismo que por su propio fracaso e impotencia, se ha mostrado siempre tan agresivo y prepotente. Su arrogancia encubre su enorme frustración e inseguridad, lo que lo hace más virulento y visceral si cabe. Los muchos nacionalistas españoles existentes querrían que España "fuera como los demás" y como no lo es, como no es Francia o Alemania, buscan culpables y los encuentran en el nacionalismo catalán o vasco, que de forma artificial y contra la real naturaleza de las cosas -según la cual España es una nación desde siempre y por siempre- ha construido quimeras ridiculas a base de inocular mentiras en el corazón de los catalanes. Ese nacionalismo español, atormentado por sus propios miedos, obvia la verdadera historia de España, la lucha brutal y recurrente entre fuerzas centrífugas y centrípetas, que se mostraron de diversas formas a lo largo de la Contemporaneidad. El enfrentamiento entre los borbones y los antiguos reinos de la corona de Aragón a principios del siglo XVIII y que supuso el fin de la autonomía catalana con la conquista de Barcelona por Felipe V, las batallas abiertas entre el carlismo -que incluyó entre sus principios la defensa de los fueros para conseguir el apoyo de los campesinos vascos y navarros- y el liberalismo centralista que se hacía con el poder a mediados del siglo XIX, la aparición de las tendencias federalistas entre los republicanos durante el Sexenio Revolucionario o las tensiones generadas por el centralismo creciente de la Restauración borbónica que desembocaron en el nacimiento de los nacionalismos a finales del siglo XIX. La dictadura de Primo de Rivera convirtió su anticatalanismo en algo enfermizo y las tensiones generadas estuvieron en la base de la caída de la dictadura, y durante la II República la puesta en marcha de la autonomía catalana provocó enormes enfrentamientos que desembocaron en el golpe de Estado de Franco. El nuevo régimen franquista durante casi cuarenta años impuso su feroz nacionalismo español y persiguió incansablemente las culturas no castellanas, aunque como hoy se ha visto fracasó estrepitosamente en la consecución de sus objetivos homogeneizadores. Siempre hubo unas tensiones muy fuertes entre el centralismo y la descentralización en este país, y siempre las habrá. La transicion pareció eliminarlas con la creación del Estado de las autonomías,  pero lo hizo en falso, porque lo hizo, como con casi todo, desde la indefinición Y hoy, lo que para unos fue un pacto de mínimos -los sectores nacionalistas vasco, catalán y gallego- desde el que avanzar en la creciente descentralización, para otros fue un pacto de máximos -la derecha nacionalista española- y no están dispuestos a ceder más. Es más, consideran que se ha ido más lejos de lo pactado y plantean una vuelta atrás.

La defensa del uso del catalán como lengua vehicular en la enseñanza
 cuenta con iniciativas importantes desde princiios del siglo XX.
Asociaciones e instituciones de diverso signo y condición se
 involucran en tal proyecto.



Una y otra vez se dice que el nacionalismo y el independentismo han crecido gracias a la educación  catalanista imperante en las últimas décadas, que ha catalanizado a la juventud: "De estos polvos estos lodos" como suele decir el presidente extremeño Monago, ese intelectual de vasta cultura y absorbente oralidad que hoy sufrimos en esta tierra. Resulta bastante arriesgado realizar tal afirmación, porque según dicha relación, los cuarenta años de franquismo, con su política de agresiva españolización  y castellanización, que determinó la vida de los catalanes en los más diversos ámbitos, desde la educación y la cultura hasta la administración, debería por lógica haber generado un aumento aplastante del sentimiento de españolidad, algo que a todas luces no ocurrió. Tras cuarenta años nacionalismo del de "Una, grande y libre" y de imposición del castellano como única lengua en la esfera de lo público, los catalanes no se sentían en los años 70 más españoles, y si pareció crecer ligeramente el sentimiento de españolidad, no fue porque los catalanes se sintieran más identificados con lo español, sino porque todavía existía miedo a expresarse libremente y sobre todo por la llegada masiva desde los años 60 de una masiva inmigración, población procedente de otras zonas de España, de cultura y lengua castellana que llenaron las ciudades industriales, sobre todo las del cinturón metropolitano de Barcelona, gentes que llegaron y no pudieron ser integrados en la nueva cultura y lengua, sencillamente porque ésta estaba perseguida y prohibida.  Fueron, sin saberlo, la punta de lanza de un proceso de españolización, que hoy se sabe fracasado. Lo que ha permitido la democracia y el sistema educativo vigente es que sus hijos y nietos se hayan integrado en la sociedad catalana definitivamente, sin barreras idiomáticas y culturales, en plena igualdad gracias al conocimiento profundo del idioma propio de la tierra en la que viven, permaneciendo en su mayoría como bilingües.   
El nacionalismo no ha hecho sino crecer a pesar de que durante casi dos siglos se castellanizó sin piedad. Alguien deberían reflexionar sobre ello. El sentimiento de los catalanes como pueblo es algo incuestionable y no es menos artificial que el sentimiento de españolidad de la mayoría de los españoles y también de algunos catalanes. Es por ello que la única forma de vivir juntos es dialogar y llegar a puntos en común, no se puede obligar a nadie a asumir sentimientos que no comparte. Hay que tender puentes entre las orillas y no dinamitarlos. Cuarenta años de Franquismo rompieron muchos lazos y ligaron el concepto de España y sus simbolos a la represión ejercida y el desprecio mostrado a la cultura catalana. No hagamos otra vez lo mismo.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Las primaveras árabes y la guerra civil en Siria

La plaza Tahrir se convirtió en el símbolo de la revolución egipcia.
Una y otra vez, desde hace meses, Siria aparece y reaparece continuamente en los medios de comunicación.  Se ha convertido en un nuevo capítulo de las primaveras árabes que están destruyendo uno tras otro los regímenes autoritarios de la zona, todo ello con el aplauso y beneplácito de las potencias occidentales y europeas. Sin embargo, esos aplausos occidentales a los nuevos vientos de cambio se nos muestran como una muestra más de su cinismo e hipocresía. Que Estados Unidos, Francia e Inglaterra se hayan convertido en paladines de la democracia en Oriente Medio, resulta cuando menos chocante. No solo por su pasado más próximo, que les llevó a apoyar durante décadas a los dictadores ahora derrocados, sino porque todavía hoy todos sus intereses estratégicos en el Oriente Medio se cimentan, al margen de sus estrechos lazos con Israel, en su alianza con las monarquías corruptas del Golfo Pérsico, especialmente con Arabia Saudí y la familia de los Saud: un ejemplo mundial de autoritarismo, de negación del principio de ciudadanía, de discriminación de la mujer en plano de lo público, de racismo hacia el inmigrante, de rechazo a las minorías como los siíes, de fundamentalismo religioso e imposición de la ley islámica o Sharia.
La lectura del apoyo occidental a las actuales revoluciones árabes es bien claro: cuando los cambios llegan y resultan imparables, hay que tratar de encabezarlos para así ponerlos así bajo control. Así ocurrió en Túnez, cuando el pueblo trató de derribar al tirano Ben Alí, fiel esbirro de Occidente y especialmente de Francia, sin cuyo apoyo jamás hubiera durado mucho tiempo; así ocurrió también con Hosni Mubarak, justo representante de la sumisión de las élites árabes a los intereses estratégicos norteamericanos y sobre todo de Israel. Como prueba de ello, el abandono y aislamiento por su gobierno de los palestinos de Gaza y el cumplimiento fiel de los tratados de paz con el estado judío. Los mismos que no hace mucho tildaban al Egipto de Mubarak como un régimen moderado árabe, llegado el momento lo han denigrado como un brutal dictador. Y así ocurrió también con el otro perdedor de las primaveras árabes, el régimen de M. Gadafi, antaño enemigo visceral de Occidente y que en los últimos años se había convertido en un buen aliado en la zona frente a la expansión creciente del islamismo político.
En todo caso, Occidente sabía de los riesgos asociados a las recientes revoluciones árabes, si a pesar de todo las apoyó es porque no le quedaba otro remedio. Era evidente el riesgo de que el vacío político generado lo ocupara el islamismo político. Más allá de grupúsculos liberales sin base social alguna, tan solo los islamistas ofrecen una alternativa viable y unas organizaciones suficientemente enraizadas en la sociedad. Esto ya se evidenció en Argelia cuando en los años 90 el proceso de democratización derivó en la victoria de los islamistas del FIS y más tarde en el golpe de estado y la guerra civil subsiguiente.
Y los temores de muchos se han cumplido en buena parte. El islamismo moderado ha llegado al poder: En Nahda en Túnez o los Hermanos Musulmanes en Egipto. Su influencia en Libia es creciente, aunque no hayan vencido en las elecciones. La democracia en el mundo árabe, como era previsible, conduce a una reislamización, aunque sea moderada, y también a un escenario de creciente inestabilidad política, aunque sea a corto plazo.

Bashar Al Asad, presidente de Siria y líder del partido Baas, no cede ante
la presión de la oposición.
En Siria, sin embargo, la realidad se vuelve más compleja y la solución al problema allí generado también. Existe una cruenta batalla entre la dictadura y la democracia, suponiendo que ésta sea el objetivo de toda la oposición, como tratan de airear los medios de comunicación europeos. Se nos explica demasiadas veces el conflicto sirio de forma simplista, como la lucha entre un tirano contra su pueblo, o mejor dicho, contra una parte importante de su pueblo. El problema sirio es mucho más complejo, porque además de la lucha contra la tiranía, está la lucha entre la concepción claramente laica del poder del partido nacionalista Baas y el islamismo de una parte importante de los rebeldes, ya que como se verá en la futura posguerra, el peso social de los Hermanos Musulmanes sirios es mucho mayor que el de las organizaciones políticas que ahora encabezan el proceso revolucionario, y cuyo importancia es más que discutible. Las estrías del problema van más allá e introducen una nueva variable de disputa religiosa, el partido Baas y su gobierno se sostienen sobre la minoría alawí y cristiana, mientras que la mayoría sunní permanece al margen del poder. Los siíes alawís son herejes para los sunnies más radicales y religiosos, y parece que ha llegado el momento de acabar con su predominio político, militar, económico.

Rebeldes sirios. Armados por Occidente y las monarquias del Golfo Pérsico.
A este componente habría que añadir los problemas derivados del papel estratégico de Siria en el contexto internacional. En el tablero de la geopolítica mundial el Oriente Medio es clave, y en éste, Siria también lo es. La batalla en este sentido sería entre las potencias occidentales y una Rusia dispuesta a no perder peso internacional y que históricamente ha sido aliada de Siria -entonces como Unión Soviética-, donde todavía hoy su flota tiene una base permanente (Latakia). Igualmente China permanece al lado del régimen de Bashar Al Asad, en un intento de aumentar su creciente influencia en la zona. Por el contrario, para Occidente e Israel Siria siempre ha sido un régimen hostil, que nunca ha reconocido los supuestos derechos judíos. Enfrentado a Israel por los Altos del Golán, sostiene a la milicia de sií de Hezbollah en el Líbano, auténtico demonio de Israel, y es aliado incondicional de Irán, el gran enemigo actualmente de los intereses sionistas en la zona, gracias a su cuestionado programa nuclear. 
Sin embargo, sobre esta disputa existe otra batalla geoestratégica de carácter más local, me refiero a una lucha sin cuartel por el control regional de la región del Golfo Pérsico entre siies y sunníes, en otras palabras, Irán frente a Arabia saudí. Lo que está claro es que la destrucción del Baas puede aislar a Hezbollah y a Irán y favorecer a Israel a corto plazo, pero es casi seguro que terminará llevando a los islamistas sunníes de los Hermanos Musulmanes al poder en Siria, aumentando la presencia también de los radicales de Al Qaeda en el país. En este sentido y a medio plazo, los intereses occidentales e israelíes se pueden ver muy afectados.
Europa está jugando con fuego cuando apoya tan decidamente a los rebeldes sirios. Y es que el que juega con fuego se quema. Alguien debería recordar que fue el estado israelí el que apoyó en sus inicios a los islamistas palestinos de Hamas -hoy sus grandes enemigos- para mermar la influencia de Al Fata y su líder Arafat. No olvidemos tampoco que en los años 80 Estados Unidos armó a Ben Laden para luchar contra los soviéticos en Afganistán y que más tarde apoyó a los talibanes afganos para contrarrestar la influencia de los señores de la guerra en el país asiático. Posteriormente, ambos se convirtieron en sus máximos enemigos. Cría cuervos y te secarán los ojos.



lunes, 13 de agosto de 2012

Educación pública y conciencia de clase




El otro día estaba en un cumpleaños de un amiguito de mi niña. Charlando amistosamente con un padre nos lanzamos a un intenso debate político. Al interlocutor le gustaba Esperanza Aguirre, sus dotes de gobernantes, su seguridad y carácter. Era, sin embargo, un trabajador normal y corriente, de los de toda la vida. Decía no soportar al insipido Tomás Gómez y al resto de los socialistas madrileños. Puestos a "zumbarles", buscó el lenguaje sencillo de las contradicciones ajenas. Quiso entonces recordar el ya añejo video del PSOE sobre educación pública y aseguró: "No tienen credibilidad aquellos que mandan a sus hijos a colegios privados de élite y después defienden la educación pública". Hacía así referencia a la actitud de muchos dirigentes socialistas en una época marcada por las luchas, en Madrid y en toda España, en defensa de la educación pública frente a los ataques declarados del gobierno de Esperanza Aguirre y de un gobierno central obcecado en los ajustes. Sin embargo, se equivocaba: es una contradicción, pero solo hasta cierto punto. Esos dirigentes socialistas son personas con medios, con frecuencia sus padres también los tuvieron, por eso algunos de esos líderes fueron a colegios privados y ahora llevan también a sus hijos a dichos centros educativos. Sencillamente se lo pueden permitir. Hacen lo que harían, no todos, pero si la mayoría. Pero además de buscar lo mejor para sus hijos, defienden que los que no pueden hacer eso mísmo por carecer de recursos, puedan tener algunas, que no las mismas, opciones y poder disfrutar de una educación pública de calidad y con medios. Puede que no sean coherentes, pero si solidarios.


  


El caso de Esperanza Aguirre y los suyos es otro bien distinto, ella se educó en colegios de élite bilingües y ahora hace otro tanto con sus hijos, pero además no tiene ningún respeto ni aprecio por lo público y como buena liberal desprecia desde lo más íntimo de su ser la capacidad de gasto e intervención del Estado, es decir, aboga por negar el pan y la sal a la educación pública, que no es la de todos, es la de los más débiles. Es evidente que no hay ninguna contradicción en tal comportamiento, por el contrario, es pura coherencia, una maldita y despiadada coherencia. Como esa educación no es la mía, la abandono, y con ello dejó lastradas las opciones de las capas más bajas de la población. En otras palabras, gastar dinero en educar a los esclavos, es tirar el dinero, porque los esclavos no necesitan formación para ser esclavos.






Que un obrero, que lleva a sus hijos a un colegio publico, no perciba esta diferencia o peor aún no vea el lado menos malo, que no bueno, explica mucho de la actualidad, incluidas terribles mayorías absolutas que hoy nos golpean. El PSOE de Felipe González creó los conciertos en 1985, eso es algo indiscutible, como lo es también el apoyo decidido de lso socialistas a la consolidación de la educación concertada y la privada, pero no es menos cierto que, en general, la educación pública goza de más recursos y medios allí donde ellos gobiernan. Es evidente, especialmente hoy en época de crisis, que el PP ha optado por el modelo anglosajón de una educación pública para pobres y minorías, de baja calidad, que eternice a éstos en su condición de mano de obra barata. También es cierto que Esperanza Aguirre tiene el apoyo de muchos miembros de las clases a las que en silencio, en la intimidad, seguro que desprecia, y lo tiene porque es magistral en el uso de cortinas de humo y porque esos padres obreros, como el mencionado, no se hacen las preguntas adecuadas. A dicho padre no le debería importar donde lleva Tomas Gómez y otros dirigentes socialistas a sus hijos, sino donde los llevas él. Los suyos están en la educación pública. Quien más la defienda y la dote de  medios está de su lado, le favorecerá a él y dará más opciones a sus hijas. Y es que hay gentes que tienen un problema, no se hacen las preguntas adecuadas porque carecen de algo que  hoy resulta aparentemente anacrónico, no tienen conciencia de clase. O quizás al revés, porque no tienen conciencia de clase no se hacen las preguntas adecuadas.
Cuando un simple obrero cree que sus intereses son los mismos que los de Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, condesa de Murillo y Grande de España, es que no se entera absolutamente de nada. Miembro inicial del Club Liberal de Madrid, discipula de Pedro Swartz, fundador de la Union LIberal, Esperanza Aguirre pertenece a otro mundo y defiende otro mundo. Hay gente que definitivamente no se entera de nada, quizás por ello se merezcan el negro futuro que les espera.