"Cuando doy comida a los pobres me llaman santo, cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista". Dom Helder Cámara. Obispo brasileño.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Las víctimas no hacen la paz

La paz está más cerca en Euskadi. Solo más cerca, porque aún no hemos llegado al final del trayecto. Todo dependerá de la gestión que el gobierno haga de la paz y de  la existencia de una verdadera normalización de las relaciones sociales en el país vasco. La gente tiene que aprender a vivir en paz. No hay una guerra en el Norte, pero si hay un conflicto. El conflicto no es militar, pero es político y es social. Cualquiera que viva en Euskadi sabe de lo que estamos hablando. Una parte importante de la sociedad vasca, aunque no mayoritaria, vive instalada en un conflicto, y una parte de la sociedad, mayoritaria, cree que ese conflicto existe. La España democrática, al contrario de los postulados sostenidos por el mundo de la izquierda abertxale, no es un estado autoritario y terrorista que tiraniza a un pueblo despojado de todos sus derechos, pero tampoco el mundo abertxale es un conjunto monolítico, compuesto por cuatro "zumbaos" matando gente sin más. El nacionalismo vasco es mayoritario, el independentismo es significativo. Y para superar el enfrentamiento y acabar con la fractura social existente, no solo los nacionalistas tienen que renunciar a sus mitos -de sobra conocidos y aireados sistemáticamente por la prensa conservadora-, España y los españoles tienen que renunciar a los suyos. Ahí van algunos de ellos, convertidos hoy en obstáculos para la paz:
- La independencia es lo mismo que la autodeterminación. La independencia es una opción que puede resultar una imposición, pero la autodeterminación en modo alguno puede serlo, es un derecho democrático que se ejerce. Otra cosa es que esté fuera del marco legal
- Negar España es absurdo, pero negar Euskal Herria también implica un acto absurdo de fanatismo e ilusión españolista. Euskadi existe porque los vascos creen en ella, desde ese momento es una realidad cultural, social y es legítimo defender su futuro político.
- Euskal Herria como nación no es una realidad creada artificialmente, en contraste con otras realidades nacionales al parecer naturales, como España, "con verdadera base social e histórica". Ser español sería pues un sentimiento coherente y legítimo generado desde abajo de forma natural, ser vasco sería una creación desde arriba configurada artificialmente por un nacionalismo vasco obcecado en inventar fronteras inexistentes. Quien expone esto no tiene ni idea de Historia.  Todos los nacionalismos inventan y crean y todos son construcción humanas y artificiales.
- Otro mito del "españolismo" es que Navarra no es Euskadi. Que los vascos no tienen derecho a incluir Navarra en su territorio. Recorramos el noroeste montañoso de Navarra y se nos quitarán viejos perjuicios: negar que Altsasu o Leitza son vascas es como decir que Torrenjón de Ardoz es portuguesa.
- Otro mito del antinacionalismo es que el euskera no se habla, y si se habla es porque los nacionalistas lo imponen en el sistema educativo y administrativo, "hace tiempo que el vasco murió como lengua materna" deja caer más de uno. Entonces vuelve a hablar la ignorancia. A mí me lo han dicho compañeros de instituto, ¡profesores de lengua castellana! En ese caso deberíamos viajar a determinadas zonas montañosas o a la hermosa costa vasca. Démonos un paseo por el puerto o las calles de Ondarroa y nuestros perjuicios se vendrán abajo. 
- Algunos van más allá y afirman que el euskera actual, "que ni siquiera se habla", es un idioma además inventado. También me lo han referido profesores de Lengua. Como si el castellano de Nebrija se hablara en muchos lugares en el siglo XVI. ¿Por qué la normalización artificiosa y homogenizante que han sufrido todos los grandes idiomas se le niega al euskera? Aunque el euskera sea un idioma con fuertes diferencias dialectales, no tiene menos derecho a una digna normalización que le haga adaptarse al mundo moderno que vivimos.
Una vez superados los mitos existentes por ambas partes, vendría el gran problema, el nudo gordiano en la gestión de la paz: los presos y las víctimas. O mejor, ¿qué hacer con los presos? ¿qué papel deben y pueden tener las víctimas?
Respecto a los presos, la complejidad es manifiesta. La amnistía general no es factible y estaría fuera del marco constitucional, pero el acercamiento de presos es otra cuestión, así como la vuelta de los  beneficios penitenciarios negados  anteriormente. Disuelta la banda, esos beneficios deberían llegar. Si hay arrepentimiento y deseos de reinserción, hay que saber ser generoso. La mayoría de los vascos no aceptarían la vuelta a las armas, pero tampoco entenderían que el estado español no diera los paso necesarios para la definitiva resolución del conflicto.



En cuanto a las víctimas, habría que definir bien tal concepto. ¿Se incluirían las de la guerra sucia de los GAL, o las que ya en democracia sufrieron el terrorismo de los grupos de ultraderecha en los años 70 y 80? Si es así el problema adquiere mayor complejidad. Por otra parte entre las víctimas de ETA hay muy diferentes sensibilidades, aunque algunos traten de convertirlas en un colectivo homogéneo.
Una vez definidas las víctimas, habría que establecer su papel en el proceso de paz. Y las víctimas no tienen papel. Se les debe reconocimiento y no olvido. Pero ese es su final. Al menos tendrán lo que no tuvieron las víctimas del franquismo, olividadas y ninguneadas en el proceso de transición democrática. Muchos se refieren al movimiento de recuperación de la memoria histórica, que busca reconocimiento a las víctimas del franquismo, más que justicia, como un acto absurdo de remover el pasado, y esos mismos después se niegan a asumir que desde el momento del cese definitivo de las armas, el terrorismo también es pasado y que no se debe remover. Porque el presente después de la declaración de ETA es de paz, de ausencia de violencia, y el futuro debe ser paz. La violencia y sus víctimas ya son parte del pasado, de un pasado muy doloroso.
El código criminal no se elabora en caliente y no lo hacen los padres de las niñas violadas. Por la misma razón la paz se hace en frío y no la hacen las víctimas. Quien define a ETA como una simple banda de delincuentes, no quiere entender que las bandas del narcotráfico, los ladrones o los violadores no tienen detrás bases sociales que los sustentan, ni asociaciones, ni partidos, ni sindicatos, ni votos, ni comarcas ni pueblos enteros que los jalean. Por eso el proceso no es equiparable. Esto no es una "guerra de liberación" como desde los sectores de la izquierda abertxale se ha defendido siempre, pero tampoco es una banda de delincuentes terroristas sin más. Esto es una parte importante de un pueblo en conflicto con las leyes vigentes, el marco jurífico y las fronteras existentes, y la expresión más visceral y violenta de dicho conflicto es la lucha armada de ETA. Cuando comprendamos eso, entenderemos que el estado español debe mover ficha y las víctimas no pueden mediatizar las decisiones al respecto. El legítimo dolor de las víctimas no puede convertirse en el gran obstáculo para la convivencia y servir para arrebatarnos la posiblidad de vivir definitivamente en paz.

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