"Cuando doy comida a los pobres me llaman santo, cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista". Dom Helder Cámara. Obispo brasileño.

jueves, 10 de noviembre de 2011

La gran mentira

Hay veces que de tanto repetir una mentira, ésta termina por convertirse, a los ojos de muchos de los que escuchan, en una verdad inapelable. Más si cabe, si cuentas con el aplificador de los medios, que difunden por el mundo la "mentira verdadera" entre los oídos ávidos de escucharla: "Una nación milenaria está en peligro, de su tierra quieren ser expulsados por pueblos incivilizados y fanáticos. Israel, estado democrático, lucha contra las dictaduras árabes y contra el fanatismo y el terrorismo palestino. Todo ello marcado por un contexto de inseguridad, producto del aislamiento producido por la hostilidad de su entorno. Y sin seguridad no puede haber paz. Es una política de defensiva, de pura supervivencia. Todo se hace en legítima defensa".
Situación actual de los territorios palestinos
Lo primero que debemos aclarar es que Israel no ha estado en los últimos años aislada de su entorno, ni tampoco ha sido un islote democrático en lucha contra corruptas dictaduras árabes y musulmanas. A Israel le ha interesado que su entorno estuviera sembrado de dictaduras: los regímenes autoritarios o pseudodemocráticos que eran afines a los Estados Unidos le procuraban tranquilidad, le daban seguridad y eran sus firmes aliados (tanto el Egipto de Mubarak, como la Jordania del rey Hussein o la Turquia militarista y laicista), y las dictaduras que por el contrario eran hostiles a Occidente (la Siria de Asad, la Libia de Gadafi) le permitían afirmar  mentiras, excusar su arbitrariedad, encubrir su expansionismo, resultaban una justificación perfecta para su violencia. Hasta ahora, y en el presente inmediato, mientras Occidente controle el mundo árabe con sus dictaduras o pseudodemocracias, Israel no tendrá nada que temer. El futuro es otra cosa y trae para Israel aires de incertidumbre. Si crecen las "primaveras árabes" los nuevos gobiernos tendrán que tener en cuenta la voluntad de sus pueblos, y eso juega en contra de Israel, porque el sentimiento de los musulmanees y árabes, al margen de sus valores o ideologias, es de absoluta injusticia cuando se trata del problema palestino. Cuando ha avanzado la democracia en Turquía, han surgido los problemas con Israel, tras la caída del tirano Mubarak en Egipto, han rebrotado las tensiones con el estado judío. Un estado egipcio medianamente sensible a la voluntad popular no puede consentir el bloqueo inhumano y vergonzante de Gaza (no he visto nada más parecido a los guettos judíos de las ciudades polacas durante la II Guerra Mundial), en el que participó tan activamente el fiel "lacayo" de Occidente Hosni Mubarak. Siria es enemigo acérrimo  de Israel, pero tal enemistad no va a disminuir con un posible triunfo de la democracia y la oposición. Lo único que tienen en común los sicarios de Asad, y las fuerzas de oposición es su rechazo al imperialismo judío Y es que parte del territorio de Siria está ocupado al margen de toda legislación internacional, por derecho de conquista los Altos del Golán son hoy israelíes. Por otra parte la llegada de la "primavera árabe" a Palestina y una hipotética democratización de la Autoridad Nacional Palestina supondría el ascenso mayor si cabe de Hamas, o la subida al poder en Al-Fata de hombres como Marbuti, y no de títeres indolentes y corruptos como Abbas, hasta ahora serviles a Occidente. No hay lugar a dudas, el avance de la democracia es un escollo para los intereses de Israel.
Por otro lado, decir que Israel es un ejemplo de democracia en el Oriente Medio es lo mismo que decir que la Sudáfrica del Apartheid lo era en el Africa negra. Si eres ciudadano de Israel tienes todos los derechos (incluso los árabes), pero si no lo eres, los perros valen más que tú. Los guetos se suceden en medio de una limpieza étnica generalizada cuya punta de lanza son los asentamientos. El estado de derecho no existe cuando hablamos de los palestinos.


La otra gran mentira es la de la inseguridad. Israel sostiene que no puede haber paz sin seguridad, pero obvia que no puede haber seguridad sin justicia. La sacrosanta seguridad de los siete millones de israelíes  parece ser lo único que está por encima de la libertad y los derechos humanos de los miles de millones de habitantes del planeta. Esa seguridad, la de los demás no, justifica la vulneración del derecho internacional, las leyes y los tratados existentes o el respecto a los derechos humanos: Se puede asesinar con actos de terrorismo de estado (lo llaman "asesinatos selectivos"), se puede torturar, hacer limpiezas étnicas, invadir países y ocupar territorios ilegalmente, obviar resoluciones de la ONU, actuar fuera de tus fronteras o aguas jurisdiccionales o fabricar armamento nuclear al margen de cualquier tratado o control internaicional, se puede construir un muro fronterizo en territorios que no son legalmente tuyos o someter a un millón de habitantes de Gaza a un bloqueo infrahumano al margen de cualquier legislación o derecho internacional.
Supongamos, a pesar de todo, que esos actos puedan ser justificables en aras de una hipotética seguridad, que no lo son, en todo caso lo que resulta obvio es que la política de asentamientos no puede relacionarse con la excusa de la seguridad. ¿Cómo se justifican entonces? En vez de provocar seguridad, crean inseguridad para los propios habitantes de los asentamientos y para el propio estado de Israel en general. Al adentrarse como tarantulas en territorio hostil, multiplican los problemas de seguridad al crear nuevas necesidades defensivas, al aumentar el gasto para proteger a los colonos y al generar un caldo de cultivo de odio entre los árabe (el caso de los 600 judíos asentados en el centro de la ciudad cisjordana de Hebrón es ya especialmente sangrante). Y es que la política de asentamientos delata al estado de Israel, evidencia que no es un estado con voluntad defensiva obstinado en la supervivencia, sino un estado expansionista y racista, basado en la voluntad inquebrantable del sionismo de crear un "Gran Israel".
La paz está cada vez más lejos, entre otras razones porque los judíos son cada vez más conservadores, hoy el laborismo casi se ha desvanecido, convertido en la cuarta fuerza política y partidos tradicionales de la izquierda como el Meretz no superan el 3% del voto. El poder se lo disputan el Kadima, el Likud o Israel Beitenu, todos partidos sionistas y derechistas, y priman las ornadas de emigrantes de última hora, procedentes de Argentina o el Rusia, dispuestos a todo para hacerse un hueco en el mundo a costa de quien sea. Esos partidos claman hoy contra la entrada de Palestina en la ONU y reaccionan de la única manera que saben, acelerando los asentamientos. Piden una invasión contra Irán, porque puede tener armas nucleares vulnerando los tratados internacionales, algo que ellos han hecho desde hace décadas. Pero "a todo cerdo le llega su San Martín". Juegan con fuego en su soberbia extrema y es seguro que terminarán quemándose. Son pocos y no se esfuerzan en hacer amigos, no cimentan el estado creado sobre la paz, sino en el derecho de conquista, en su supremacía militar. Pero todo ello solo es posible mientras Estados Unidos tenga la supremacía en el mundo y en el mundo árabe. Si el Islam se democratiza y el histórico control de sus oligarquias por Occidente se desvanece, y si como parece el poder económico del mundo se traslada hacia los países emergentes, y es posible que con el tiempo, también el político, entonces Israel tendrá sus días contados y se arrepentirá de no haber aprovechado cuando pudo las oportunidades para la paz. Recordemos que un hombre de paz como Isaac Rabin, no fue asesinado por los islamistas o los radicales palestinos, sino por los propios judíos.
Los judíos, las eternas víctimas, está claro que han aprendido mucho de sus verdugos: su arrogancia, su racismo con los "arabuchis", el recurso a la violencia son los cimientos del estado de Israel. Un día, el edificio construido sobre tales bases, se vendrá abajo, me gustaría entonces ver la cara de felicidad de los niños palestinos, entonces adultos o viejos, que hoy corren por los mugrosos campos de refugiados, o la alegría infinita de las madres de tantos mártires torturados o asesinados por defender sus derechos legítimos como personas.
El drama palestino es solo la historia de una brutal injusticia, una injusticia que no lo es menos porque se tiña de verdad y de seguridad, y que no lo es menos porque la cometan viejas víctimas. Es muy posible que éstas se hayan convertido con el tiempo en los más crueles verdugos. 

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